martes, 27 de abril de 2010

De los vacios metafísicos y las inseguridades existenciales

Justamente hoy hablaba con algunos amigos sobre las inseguridades existenciales... hay momentos en que uno siente que las cosas están más inestables que nunca, que parece que nada es seguro; en realidad las inseguridades existenciales son parte de la vida. Sin embargo, a muchas de estas inseguridades nosotros les buscamos explicaciones, y algunos hemos llegado a conclusiones de difícil explicación e incluso expresión en voz alta o en palabras escritas. Por ello, hoy traigo un poema que puede explicar eso, claro que yo creo que en este caso se trata, más que de una inseguridad existencial, de la seguridad de saberse incompleto y dañado.

El poema es de César Vallejo, uno de los más grandes poetas de América. Nació en 1892 y murió 46 años después. Su poesía tiene un tinte agónico muy fuerte, parece además algo inevitable, como si no hubiese podido vivir sin escribir. Espergesia, así se llama el poema, expresa esa existencia afectada, una que vive para morir (como todos).... porque Dios estuvo enfermo el día en que nació el poeta.


Espergesia


Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que soy malo; y no saben
del diciembre de ese enero.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hay un vacío
en mi aire metafísico
que nadie ha de palpar:
el claustro de un silencio
que habló a flor de fuego.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Hermano, escucha, escucha...
Bueno. Y que no me vaya
sin llevar diciembres,
sin dejar eneros.
Pues yo nací un día
que Dios estuvo enfermo.

Todos saben que vivo,
que mastico... y no saben
por qué en mi verso chirrían,
oscuro sinsabor de ferétro,
luyidos vientos
desenroscados de la Esfinge
preguntona del Desierto.

Todos saben... Y no saben
que la Luz es tísica,
y la Sombra gorda...
Y no saben que el misterio sintetiza...
que él es la joroba
musical y triste que a distancia denuncia
el paso meridiano de las lindes a las Lindes.

Yo nací un día
que Dios estuvo enfermo,
grave.

viernes, 16 de abril de 2010

Un aprendizaje de desaprender

Alberto Caeiro es mi maestro.
Hay quienes dicen que la obra de Caeiro, fue la única afirmación que hizo Fernando Pessoa. La característica del último, haber creado heterónimos y obras particulares a cada uno. El 8 de marzo de 1914 apareció Alberto Caeiro; en una carta escrita a Adolfo Casais Monteiro, Pessoa describe el hecho: "Un día cuando finalmente había desistido (...) me acerqué a una cómoda alta y, tomando un manojo de papeles, comencé a escribir de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas seguidos, en una suerte de éxtasis cuya naturaleza no podría definir. Fue el día triunfal de mi vida y nunca tendré otro así. Empecé con un título, El Guardador de Rebaños. Y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, al que inmediatamente llamé Alberto Caeiro. Discúlpeme lo absurdo de la frase: había aparecido en mí mi maestro."

El maestro del poeta nació en Lisboa en 1889 y murió ahí mismo en 1915. Caeiro, no creía en nada: existía. Era un sabio, "para el sabio vivir y pensar no son actos separados", "la vida del sabio es irrefutable" (Paz 1965:146). Es el mito del poeta inocente, aquél que ve el mundo como es. Él, en tanto ser humano, hombre natural, era parte de la naturaleza, era "una afirmación absoluta del existir (ibíd: 148).

El siguiente poema, pertenece a la obra El guardador de rebaños, titulada así por uno de los poemas más bellos de la obra. El poema que sigue, es la exaltación del pensamiento de Caeiro. Espero que les guste.

NOTA: Las referencias citadas están en el ensayo de Octavio Paz sobre Fernando Pessoa "El desconocido de sí mismo", que se encuentra en el libro Cuadrivio (1965), Editorial Joaquín Mortiz, México.
La carta a Monteiro puede ser leída en el blog: ensayopessoa.blogspot.com

15

Lo que vemos de las cosas son las cosas.
¿Por qué habíamos de ver una cosa si hubiese otra?
¿Por qué ver y oír sería engañarnos
si ver y oír son ver y oír?

Lo esencial es saber ver,
saber ver sin estar pensando,
saber ver cuando se ve,
y no pensar cuando se ve,
no ver cuando se piensa.

Pero esto (¡tristes de nosotros que llevamos el alma vestida!),
esto exige un estudio profundo,
un aprendizaje de desaprender
y un secuestro en la libertad de aquel convento
del que los poetas dicen que las estrellas son las monjas eternas
y las flores las penitentes convictas de un solo día,
pero donde después de todo las estrellas no son más que las estrellas
ni las flores otra cosa que flores,
y por eso es por lo que las llamamos estrellas y flores.

sábado, 10 de abril de 2010

Ciudad sin sueño

Aunque no es la primera vez que escribo en un blog, este es mi primer blog...
La idea: crear un espacio para la poesía, mostrar poemas, hablar de ellos, discutirlos, y dar a conocer poetas desconocidos.

La poesía crea mundos posibles, y abre infinitamente el abanico de posibilidades. Espero que los poemas que aquí vayan apareciendo, muevan el corazón de los que los lean, que les erizen la piel, que los hagan sonreir, que les muestren el sol, que los inunden las palabras y vean el mundo de maneras diferentes.

El primer poema, es el que da nombre a este blog. Ciudad sin sueño (Nocturno del Brooklyn Bridge) escrito por Federico García Lorca, durante su estadía en New York. El poema hace parte del libro Poeta en Nueva York escrito entre 1929 y 1930 durante su estadía en la Universidad de Columbia y su visita a Cuba, y publicado por primera vez en 1940. El cambio de Andalucía a Nueva York, fue radical para García Lorca, el poema ilustra la época... recuerden La Gran Depresión de 1929, la dureza de la realidad de una metropolis, la caída de la bolsa, la desesperanza, los animales que representan la pérdida de las ilusiones y los sueños, la vida maquinal y automata. No hay tiempo para dormir, "No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie."
"No es sueño la vida", pero "Otro día/ veremos la resurrección de las mariposas disecadas".

Por las ciudades sin sueño que nos habitan.


Ciudad sin sueño (Nocturno del Brooklyn Bridge)

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Las criaturas de la luna huelen y rondan sus cabañas.
Vendrán las iguanas vivas a morder a los hombres que no sueñan
y el que huye con el corazón roto encontrará por las esquinas
al increíble cocodrilo quieto bajo la tierna protesta de los astros.

No duerme nadie por el mundo. Nadie, nadie.
No duerme nadie.
Hay un muerto en el cementerio más lejano
que se queja tres años
porque tiene un paisaje seco en la rodilla;
y el niño que enterraron esta mañana lloraba tanto
que hubo necesidad de llamar a los perros para que callase.

No es sueño la vida. ¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
Nos caemos por las escaleras para comer la tierra húmeda
o subimos al filo de la nieve con el coro de las dalias muertas.
Pero no hay olvido, ni sueño:
carne viva. Los besos atan las bocas
en una maraña de venas recientes
y al que le duela su dolor le dolerá sin descanso
y al que teme la muerte la llevará sobre sus hombros.

Un día
los caballos vivirán en las tabernas
y las hormigas furiosas
atacarán los cielos amarillos que se refugian en los ojos de las vacas.

Otro día
veremos la resurrección de las mariposas disecadas
y aún andando por un paisaje de esponjas grises y barcos mudos
veremos brillar nuestro anillo y manar rosas de nuestra lengua.
¡Alerta! ¡Alerta! ¡Alerta!
A los que guardan todavía huellas de zarpa y de aguacero,
a aquel muchacho que llora porque no sabe la invención del puente
o a aquel muerto que ya no tiene más que la cabeza y un zapato,
hay que llevarlos al muro donde iguanas y sierpes esperan,
donde espera la dentadura del oso,
donde espera la mano momificada del niño
y la piel del camello se eriza con un violento escalofrío azul.

No duerme nadie por el cielo. Nadie, nadie.
Ya lo he dicho.
No duerme nadie
Pero si alguien tiene por la noche exceso de musgo en las sienes,
abrid los escotillones para que vea bajo la luna
las copas falsas, el veneno y la calavera de los teatros.