viernes, 16 de abril de 2010

Un aprendizaje de desaprender

Alberto Caeiro es mi maestro.
Hay quienes dicen que la obra de Caeiro, fue la única afirmación que hizo Fernando Pessoa. La característica del último, haber creado heterónimos y obras particulares a cada uno. El 8 de marzo de 1914 apareció Alberto Caeiro; en una carta escrita a Adolfo Casais Monteiro, Pessoa describe el hecho: "Un día cuando finalmente había desistido (...) me acerqué a una cómoda alta y, tomando un manojo de papeles, comencé a escribir de pie, como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas seguidos, en una suerte de éxtasis cuya naturaleza no podría definir. Fue el día triunfal de mi vida y nunca tendré otro así. Empecé con un título, El Guardador de Rebaños. Y lo que siguió fue la aparición de alguien en mí, al que inmediatamente llamé Alberto Caeiro. Discúlpeme lo absurdo de la frase: había aparecido en mí mi maestro."

El maestro del poeta nació en Lisboa en 1889 y murió ahí mismo en 1915. Caeiro, no creía en nada: existía. Era un sabio, "para el sabio vivir y pensar no son actos separados", "la vida del sabio es irrefutable" (Paz 1965:146). Es el mito del poeta inocente, aquél que ve el mundo como es. Él, en tanto ser humano, hombre natural, era parte de la naturaleza, era "una afirmación absoluta del existir (ibíd: 148).

El siguiente poema, pertenece a la obra El guardador de rebaños, titulada así por uno de los poemas más bellos de la obra. El poema que sigue, es la exaltación del pensamiento de Caeiro. Espero que les guste.

NOTA: Las referencias citadas están en el ensayo de Octavio Paz sobre Fernando Pessoa "El desconocido de sí mismo", que se encuentra en el libro Cuadrivio (1965), Editorial Joaquín Mortiz, México.
La carta a Monteiro puede ser leída en el blog: ensayopessoa.blogspot.com

15

Lo que vemos de las cosas son las cosas.
¿Por qué habíamos de ver una cosa si hubiese otra?
¿Por qué ver y oír sería engañarnos
si ver y oír son ver y oír?

Lo esencial es saber ver,
saber ver sin estar pensando,
saber ver cuando se ve,
y no pensar cuando se ve,
no ver cuando se piensa.

Pero esto (¡tristes de nosotros que llevamos el alma vestida!),
esto exige un estudio profundo,
un aprendizaje de desaprender
y un secuestro en la libertad de aquel convento
del que los poetas dicen que las estrellas son las monjas eternas
y las flores las penitentes convictas de un solo día,
pero donde después de todo las estrellas no son más que las estrellas
ni las flores otra cosa que flores,
y por eso es por lo que las llamamos estrellas y flores.

2 comentarios:

  1. A veces lo difícil no es iniciar un proyecto-en este caso un blog-, sino poder ser constante sin arriesgar la calidad de lo que se pretende hacer. En esta segunda entrega demostraste que lo segundo te importa muchísimo. ¡Gracias por tan buen poema!!

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